domingo, 21 de julio de 2013

Como la vida misma

-¿Y para qué es ese agujero? –le pregunté al coronel. 
- Para nada –contestó llevándose la cuchara a la boca-. Lo han cavado por cavarlo. En ese sentido es un agujero puro. 
- No lo entiendo. 
- Es muy simple. Les apetecía hacerlo. Es su única finalidad. 
Mastiqué el pan mientras reflexionaba sobre el agujero puro.
- De vez en cuando cavan un agujero –contó el anciano-. Puede que, en el fondo, sea lo mismo que mi pasión por el ajedrez. No tiene sentido, no lleva a ninguna parte. Pero eso no importa. Nadie necesita que tenga un sentido, nadie desea llegar a ninguna parte. Nosotros, aquí, abrimos un agujero puro tras otro. Actos sin finalidad, esfuerzos sin progreso, pasos que no conducen a ninguna parte, ¿no te parece maravilloso? Nadie resulta herido, nadie hiere. Nadie adelanta, nadie es adelantado. Sin victoria, sin derrota.
MURAKAMI, Haruki.  El fin del mundo y un despiadado mundo de las maravillas.

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