miércoles, 18 de mayo de 2011

Allí donde solíamos gritar

Cuando llega el día en que te levantas y lo único que te apetece hacer es echar a correr, y correr, y correr, hasta que consigues llegar a un punto solitario, sin nadie alrededor, y gritar hasta quedarte afónico es porque algo no va bien.

Cuando consiges darte cuenta de que ese algo lleva estando tanto tiempo que no te das cuenta de que, en lo que te has convertido, no te gusta y que tú no eras así; lo único que pretendes es eliminarlo.

Lo intentas, intentas alejarte, te escondes, te paras, intentas ser transparente. No funciona. Argumentas. No lo consigues.

Y entonces solamente te das cuenta de que es algo que va a pesar en tí siempre, y que lo único que te queda para sobrevivir es encontrar ese lugar donde te encantaría ir a gritar. Allí donde solíamos gritar.



¿A qué no sabes donde he vuelto hoy?
Donde solíamos gritar.
Diez años antes de este ahora sin edad,
aún vive el monstruo y aún no hay paz.

Segovia